Incluso desde el coche, aunque siempre con las medidas de seguridad pertinentes, claro, como podréis ver en este reportaje en el que un grupo de guapos canes hace turismo por París.
Ellos investigan así las novedades que el aire trae hasta sus trufas: el cerebro de los perros es capaz de usar los diferentes perfiles de olor de cada orificio nasal para determinar exactamente dónde se encuentran los objetos olorosamente atractivos.
La nariz canina tiene la capacidad de separar el aire de manera que una parte es respirado y la otra va directamente al área de detección olfativa, la que distingue los olores. No solo eso, los perros tienen algo así como una «segunda nariz», el órgano de Jacobson también conocido como órgano vomeronasal, que entre otras bondades les sirve para detectar feromonas. Y ellos huelen en 3D, por así decirlo, puesto que son capaces de oler por separado con cada fosa nasal.